RIGI / La voluntad neocolonial

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El mundo se encuentra ante un proceso de profunda transformación, la cuál demanda, de parte de los gobiernos nacionales y subnacionales, una gran inteligencia estratégica para poder enfrentarlo, administrando las variables políticas y económicas a su alcance.

La globalización neoliberal, la cual comenzó a fundarse lentamente bajo el dominio hegemónico de Estados Unidos tras la finalización de la segunda guerra mundial, que auguraba su perpetuidad a partir del pretendido “fin de las ideologías” postulado por Francis Fukuyama en 1992 tras la caída del muro de Berlín en 1990, está llegando a su fin.

De la mano del debilitamiento relativo de dicha potencia hegemónica y ante el surgimiento de nuevos actores que disputan el dominio político y económico global: China, Rusia, India, Brasil. Los BRICS, como nueva organización del denominado “SUR GLOBAL”, comienza a disputarle la institucionalidad global a las históricas organizaciones neoliberales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial de Comercio (OMC) entre otras.

En este contexto, otros factores, como la crisis climática que impulsa la transición energética global, la crisis migratoria en Europa que desata movimientos de ultraderechas nacionalistas y la irrupción política de Donald Trump que puso en crisis a la globalización neoliberal, caracterizada por la transnacionalización del capital, reclamando la recuperación de la “grandeza estadounidense” mediante una reindustrialización a partir de políticas proteccionistas, comerciales y fiscales, para proteger a la industria estadounidense frente a la competencia internacional, especialmente de Asia, un planteo que continúa con el gobierno de Biden.

En este escenario de disputa hegemónica global, Argentina, como país periférico y subdesarrollado, se encuentra ante la posibilidad de comenzar un proceso refundacional a partir de un camino de construcción de autonomía y de fortalecimiento de la soberanía aprovechando su vasta extensión marítima y territorial, su diversidad climática y geográfica asi como sus capacidades, mundialmente reconocidas, en ciencia y tecnología.

La autonomía ha sido una búsqueda histórica de los países periféricos en la post colonialidad. América latina ha tenido un gran desarrollo teórico y académico respecto a la construcción de autonomía en la búsqueda de la reinserción en la economía internacional como camino para salir del subdesarrollo.

Esta búsqueda va en línea con la idea de que el subdesarrollo no es una etapa previa al desarrollo en un camino lineal, sino que son las dos caras de la misma moneda e implica una construcción histórico política en la cual, los países desarrollados realizaron su expansión capitalista apalancándose en los recursos naturales de otros países, como fuente de materia prima para sus industrias (etapa modelo agroexportador) y luego mediante la integración hacia atrás de sus cadenas de valor (etapa de transnacionalización del capital) desarrollando una industria de bajo costo en los países periféricos y transfiriendo sus riquezas, ya no como materia prima, sino como giro de dividendos al exterior a la vez que concentrando su rentabilidad final en el localización de sus casas matrices.

Como ha dicho Eduardo Galeano, “el subdesarrollo es el resultado histórico del desarrollo ajeno. Una historia que ya para América, tiene cinco siglos de edad, durante los cuales, América Latina en general ha estado trabajando para el desarrollo ajeno. Ha estado contribuyendo con su pobreza a la riqueza de otros. No hay en el mundo, ninguna riqueza que sea inocente, porque de algún modo son todas, riquezas que han resultado de un proceso histórico de estafa colosal”. Este proceso histórico consolidó y profundizó los problemas macroeconómicos de estas naciones, como Argentina, mediante la famosa “restricción externa”, donde nunca fueron ni son suficientes las divisas generadas por las exportaciones de una estructura productiva primaria y extranjerizada para financiar las importaciones de insumos, bienes de capital y bienes finales que esa economía demanda para los procesos productivos y de consumo.

Hay una verdad a medias en la política argentina que dice que “la salida argentina es la exportación”. La mitad que falta resolver es la definición sobre qué tipo de exportación se trabajará. ¿La histórica, primarizada y de poco valor agregado, o una exportación industrial, con valor agregado, que incorpore, ciencia, tecnología y trabajo argentino de calidad? Ambas son posibles ya que nuestro país exporta tanto, porotos de soja sin procesar, como reactores nucleares. La decisión es hacia qué modelo vamos.

La oportunidad para la construcción de autonomía y el fortalecimiento de la soberanía nacional se apoyan en dos variables teóricas principales: por un lado “la permisibilidad del sistema internacional” y por otro, “la viabilidad nacional”. Así como la disputa hegemónica global ha fortalecido los sentidos defensivos de las potencias en declive, tambien ha abierto las oportunidades para países como Argentina de descubrir los caminos a una reinserción internacional a partir de nuevas alianzas geopolíticas, aprovechando sus grandes dotaciones de recursos, pero principalmente sus grandes capacidades científicas, tecnológicas y su historia industrial.

No obstante, el gobierno paleolibertario de Javier Milei, con la contribución generosa de la autodenominada “oposición amigable”, han tomado el camino opuesto tendiendo a la reedición de una Argentina dependiente y neocolonial a contramano de lo que el mundo está haciendo.
Como primera medida la destrucción del esquema científico y tecnológico nacional (CONICET, INTI, INVAP) a través el desfinanciamiento del sistema universitario público (Universidad Nacional y Universidad Tecnológica Nacional) sumada a la privatización de empresas estratégicas como YPF, Aerolíneas Argentinas, Nucleoeléctrica Argentina S.A, entre otras.

En segunda medida, pero quizá el elemento más importante en esta perversa planificación, el envío al congreso de un proyecto de ley denominado “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, que en el medio de su extenso articulado contiene 64 artículos denominados “Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones” (RIGI), materializa la clara vocación colonial del proyecto, generando un régimen de inversiones que privilegia los intereses de las empresas multinacionales proveyéndole privilegios extendidos durante 30 años que inevitablemente exterminará las capacidades industriales de Argentina, y que conducirá a una reprimarización estructural de la economía nacional.

Lamentablemente no podemos dejar de señalar que el tratamiento de este capítulo del proyecto de ley, con la importancia presente y futura que reviste, le demando a la Cámara de Diputados de la Nación sólo sesenta minutos, menos de un minuto por artículo. El RIGI se constituye en la herramienta para la destrucción definitiva, no solo de lo que sobrevive de industria nacional (no empresas públicas del estado, sino privadas de capitales nacionales), esencialmente de cualquier sueño de desarrollo al que nuestro gran país pudiera aspirar en un momento donde verdaderamente el mundo ofrece una oportunidad.

Es, como su nombre lo dice, las bases para la reconstrucción de la Argentina…colonial. En síntesis, destrucción de PyMes por falta de competitividad, entrega de los recursos naturales a ser explotados por empresas transnacionales, capacidad ilimitada de constitución de activos en el exterior, desnacionalización jurisdiccional (los conflictos en el marco del RIGI se resuelven en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), nulidad absoluta de cualquier norma subnacional que contradiga al RIGI (afuera los compres locales), entre otros.

Como se evidencia, este esquema de Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones se realiza a contramano de lo que los principales países industrializados del mundo estan realizando, proteger sus industrias y sus puestos de trabajo, en definitiva, defender la prosperidad de sus pueblos. Tanto es así que hasta el propio FMI reconoce que la Política Industrial y su planificación, son una tendencia a nivel global en este contexto de transformación hegemónica mencionado.

Este régimen, ha generado el rechazo generalizado de los actores de la industria (ADIMRA, APYME, UIA) y el trabajo nacional a través del movimiento obrero organizado en la CGT y las dos CTA y las organizaciones de trabajadores informales. Sólo algunas minúsculas y periféricas representaciones empresariales marginales se han atrevido a expresar algún apoyo considerando que podrían obtener alguna “recompensa” residual.

El Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones (RIGI) representa el tiro de gracia al sueño de una Argentina industrial, científica, tecnológica y desarrollada, constituye el fin de la soberanía.

Mayo de 2024

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